Reprodueixo un clarificador article sobre REPSOL, del meu amic Joaquim
Más
allá de
quienes califican la intervención de YPF como nacionalización
revolucionaria de los recursos energéticos o expropiación
a una multinacional del petróleo (dándole así su
justo merecido, según
explica el gobierno argentino), o de quienes entendemos que podría
ser legítima
si así lo
decidiera soberanamente el país con respeto a sus propias leyes y a los tratados
internacionales por él
suscritos, lo sucedido en Argentina con YPF y REPSOL ha sido una intervención
llena de sombras. Sombras en las formas, en las razones esgrimidas y en su
previsible resultado final que, sin duda, terminarán
por decepcionar las entusiastas expresiones de algunos sectores sociales y políticos
que han visto la medida como una acción en favor de la justicia
social. El tiempo lo dirá.
Pero
no necesitamos esperar para comprobar el fuerte quebranto que para Repsol puede
representar si, como parece, la compensación por parte de Argentina no responde
al valor objetivo de lo expropiado. Es ahí donde surge la discusión
en caliente en las redes sociales, donde se expresan muy diversas opiniones.
Unas entienden que es una afrenta a España, por lo que la respuesta debe ser
patriota, y ahí
caben los boicots a productos argentinos, desagravios o movilizaciones,
locuras que siempre nacen de invocar enfáticamente a la patria.
Entonces,
¿debemos
ser indiferentes como expresan muchas voces? Para fundamentarlo afirman que, al
ser Repsol una empresa privada y extranjeros una parte importante de sus
accionistas, su destino es algo que afecta en exclusiva a sus propietarios. Yo
afirmo que no, porque solo desde una visión extrema y de lo más
ultraliberal se puede identificar exclusivamente a las empresas con sus
accionistas o considerar que sus éxitos o fracasos serían
ajenos al resto de la sociedad, a sus trabajadores y a los territorios donde
están
ubicadas.
Repsol
no es España,
es cierto, tan cierto como sí son España sus 17.000 trabajadores/as directos
en el país
y muchos de sus 480.000 accionistas minoritarios. Como lo son sus complejos
industriales de Euskadi, Galicia, Castilla-La Mancha, Murcia y Catalunya, donde
trabajan cientos de empresas de servicios y en ellas bastantes miles de
trabajadores. También
su puntero Centro de Tecnología de Móstoles (Madrid) y sus 3.620
estaciones de servicio repartidas por todo el país.
No
sabemos cómo
va a repercutir en las cuentas de los grandes accionistas, españoles
o extranjeros. No es nuestro principal problema, sabemos que nunca pierden.
Pero sabemos que precisamente la fortaleza industrial de Repsol y su salud
financiera han permitido que, tras varios años de crisis general de la economía,
se haya culminado el pasado miércoles la inauguración de la ampliación
del complejo industrial de Cartagena, iniciada hace 4 años,
y que ha representado la mayor inversión industrial de la historia de
nuestro país:
3.150 millones de euros, duplicando la capacidad de destilación
de crudo en Cartagena, contribuyendo con ello a una clara mejora de nuestra
balanza comercial tan deteriorada.
Igual
trascendencia económica
y social tienen −para
un país
como el nuestro de escasa inversión industrial− los
900 millones de euros invertidos en la nueva unidad de coque de la refinería
de Petronor, en Bilbao, o los 100 millones de euros anuales de salarios que
representa la red de empresas homologadas en torno a su complejo industrial de
las Comarcas de Tarragona.
Repsol
no es España,
pero su presente y futuro no son ajenos a los intereses de sus trabajadores y
del conjunto de la ciudadanía. Así lo entiende el sindicalismo cuando no
comparte la opinión
de los que consideran que las empresas son exclusivamente de sus accionistas,
uno de los muchos frentes de nuestra confrontación. Y estas posiciones
ultraliberales son las que pueden acabar reforzando algunos argumentos que
critican a CC.OO. y UGT porque hemos expresado nuestra preocupación
y compromiso con la defensa del proyecto industrial de una de las mayores
empresas industriales de nuestro país.
No
deberíamos
ser indiferentes a lo que le suceda a Repsol, como no lo somos en FITEQA CC.OO
respecto a los esfuerzos de internacionalización de empresas del sector
de la moda, la energía,
la química
o la farmacia, como Inditex, Mango, Puig, Gas Natural Fenosa,
Gamesa, Maxan, Grupo Esteve, Grifols, etc., empresas que, más
allá de
la propiedad de sus acciones, se reconocen como españolas.
Y que, con su internacionalización, atenúan una de las principales
debilidades de nuestro tejido productivo, como es el reducido tamaño
de la mayoría
de nuestras empresas y el escaso número de compañías
internacionales, lo cual nos impide aprovechar las ventajas de ser el país
sede, como vemos día
a día
con las multinacionales de otros países, a la hora de localizar su
inversiones, el I+D+i, los nuevos proyectos y también,
como en el caso de Repsol ( 8.310 millones de €), los ingresos por
impuestos que generan sus beneficios.
Por
esto es tan importante arriar las banderas y silenciar himnos patrióticos
que nos distraigan del fondo del conflicto, para que REPSOL sea adecuadamente
tratada y se refuercen el resto de las numerosas empresas españolas
en Argentina. Nos va mucho en ello.
Joaquim González Muntadas
Secretario General
de FITEQA- CCOO
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